La
relación existente entre las imágenes mentales del niño y sus dibujos es muy
estrecha. Mientras las imágenes mentales son imitaciones interiorizadas, el
dibujo es una imitación exteriorizada. Así, en muchos casos investigar el desarrollo
cualitativo del dibujo infantil nos permite entender con ciertas reservas, la
capacidad simbólica del niño.
·
Etapas del dibujo infantil
En este
artículo vamos a hablar de los diversos estudios de Luquet acerca de las etapas del dibujo
infantil. En ellos comenzaba por establecer que la característica principal del dibujo
infantil es que es realista. Ya que los niños están más
centrados en dibujar las características de la realidad que en los aspectos
relativos a la belleza artística. Las etapas por las que evoluciona el dibujo
infantil son: (a) realismo fortuito, (b) realismo frustrado, (c) realismo
intelectual y (d) realismo visual.
Realismo fortuito
El
dibujo comienza siendo una prolongación de la actividad motora que queda plasmada sobre un
soporte. Por esto las primeras producciones del niño van a ser lo que conocemos
como garabatos.
Los garabatos son, entonces, huellas que deja el niño de sus primeras
investigaciones acerca de sus movimientos. Suponen la base para las siguientes
etapas.
Pronto
empiezan los niños a encontrar semejanza entre sus dibujos y la realidad o
incluso tratan de plasmarla, aunque carezcan de la habilidad suficiente como
para hacerlo. Si se les pregunta qué están dibujando, puede que en un principio
te digan que nada, pero en
cuanto encuentren cierta analogía entre su dibujo y la realidad, van a considerarlo una
representación de la misma.
Esta etapa se
llama realismo fortuito, ya que la
representación de la realidad surge después o mientras se realiza el dibujo.
No hay intención previa de dibujar un aspecto concreto de la realidad. El
parecido es casual o fortuito, pero el niño lo acoge con entusiasmo y a veces
incluso, una vez vista la analogía, intenta mejorarlo.
Realismo frustrado
El
niño intenta dibujar algo preciso, pero su
intención se ve frustrada debido a ciertos obstáculos y no
logra el resultado que pretende. El principal de ellos es el control motor,
todavía no ha desarrollado la precisión suficiente para la exigencia de sus
dibujos. Otro de los problemas es el carácter discontinuo y limitado de
la atención infantil; al no prestar
suficiente atención se le pasa por alto ciertos detalles que debe cumplir el
dibujo.
Según
Luquet, el aspecto más importante de esta etapa es la“incapacidad sintética”. Esta es aquella dificultad del niño
de organizar, disponer y orientar los distintos elementos del dibujo. A lo hora
de dibujar es muy importante la relación existente entre los elementos, ya que
su organización es la que configura el dibujo. Sin embargo, los niños en esta
etapa tienen problemas con esto. Por ejemplo, puede ocurrir que al dibujar
caras, la boca esté por encima de los ojos.
Realismo intelectual
Una vez
superados los obstáculos de la anterior etapa y la “incapacidad sintética”,
nada impide al dibujo infantil ser completamente realista. Pero un aspecto
curioso es que el realismo infantil no se parece al realismo del
adulto. El niño no
plasma la realidad como la ve, sino como sabe que es. Estamos
ante un realismo intelectual.
Es posiblemente la etapa que mejor representa el
dibujo infantil, y la más interesante a la hora de investigar y
estudiar. A lo largo de esta etapa vamos a ver dos características esenciales
que presentan los dibujos del niño: la “transparencia” y el “abatimiento”.
Cuando
hablamos de “transparencia”
nos referimos a que el niño dibuja aquellas cosas que están ocultas, haciendo
trasparente aquello que las opaca. Por ejemplo, dibujar un
pollo dentro de un huevo o los pies dentro de las zapatillas. Y el otro
proceso, el “abatimiento”, consiste en la proyección del objeto sobre el suelo,
ignorando la perspectiva; un ejemplo es dibujar la fachada de una casa en
vertical y el interior de las habitaciones vistas desde arriba.
Estas dos
características nos muestran como los factores visuales no son los relevantes a
la hora de expresar los dibujos. En cambio, el niño se fija en su representación
mental e intenta plasmar lo que sabe en lo que quiere dibujar. Y
por ello aparecen “errores”, como la transparencia de cosas opacas o la poca
importancia por mantener la perspectiva.
Realismo visual
A partir de
los ocho o nueve años, ya aparece un dibujo cercano al adulto, donde el niño dibuja la realidad tal y como
la ve. Para hacer esto, el niño se atiene a dos reglas: la
perspectiva y la de atenerse al modelo visual. Desaparecen por completo las
características propias del realismo intelectual: eliminando los objetos no
visibles, adoptando una única perspectiva y manteniendo la proporción de las
dimensiones. Es decir, el niño adopta un realismo visual.
Debido a esto, los dibujos infantiles
pierden ese característica propia que los definía. Y además, muchos de los
niños empiezan a perder interés por el dibujo porque empiezan a tener la
sensación de que su habilidad no les permite hacer dibujos que se aproximen a
la realidad.
Como
conclusión, es interesante mencionar que a pesar de que podemos establecer un
desarrollo del dibujo en etapas, hay que ser precavidos. Ya que este desarrollo
no es tan lineal como podemos imaginar, nos encontraremos con avances y
retrocesos por las diferentes fases. Así, ante una tarea más difícil
puede que el niño adopte la estrategia de una etapa anterior.
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