Alguno de los autores españoles más destacados:
Pablo Picasso
Les demoiselles d'Avignon (1907)
y detalle de Guernica (1937)
Salvador Dalí
Goya a los 80 años (retrato de Vicente López Portaña)
Detalle de su primer Autorretrato (hacia 1773)
El quitasol (1776-78, Museo del Prado)
La familia de Carlos IV
Detalle de La maja vestida
El sueño de la razón produce monstruos (Capricho nº 43)
Los fusilamientos del 3 de mayo
Saturno devorando a un hijo (detalle)
Pablo Picasso
(Pablo Ruiz Picasso; Málaga, 1881 - Moulins, Francia,
1973) Pintor español. La trascendencia de Picasso no se agota en la fundación
del cubismo, revolucionaria tendencia que rompió definitivamente con la
representación tradicional al liquidar la perspectiva y el punto de vista
único. A lo largo de su dilatada trayectoria, Pablo Picasso exploró
incesantemente nuevos caminos e influyó en todas la facetas del arte del siglo
XX, encarnando como ningún otro la inquietud y receptividad del artista
contemporáneo. Su total entrega a la labor creadora y su personalidad
vitalista, por otra parte, nunca lo alejarían de los problemas de su tiempo;
una de sus obras maestras, el Guernica (1937), es la mejor ilustración de su condición de
artista comprometido.
Pablo Picasso
Hijo del también artista José Ruiz Blasco, en 1895 se
trasladó con su familia a Barcelona, donde el joven pintor se rodeó de un grupo
de artistas y literatos, entre los que cabe citar a los pintores Ramón Casas y Santiago Rusiñol, con quienes acostumbraba reunirse en el bar Els Quatre Gats.
Entre 1901 y 1904, Pablo Picasso alternó su residencia entre Madrid, Barcelona
y París, mientras su pintura entraba en la etapa denominada período azul,
fuertemente influida por el simbolismo. En la primavera de 1904, Picasso
decidió trasladarse definitivamente a París y establecerse en un estudio en las
riberas del Sena.
En la capital francesa trabó amistad, entre otros, con
los poetas Guillaume Apollinaire y Max Jacob y
con el dramaturgo André Salmon; entre tanto, su pintura experimentó una nueva
evolución, caracterizada por una paleta cromática tendente a los colores tierra
y rosa (período rosa). Al poco de llegar a París entró en contacto con
personalidades periféricas del mundillo artístico y bohemio, como los hermanos
estadounidenses Leo y Gertrude Stein, o el que sería ya para siempre su marchante, Daniel-Henry Kahnweiler.
A finales de 1906, Pablo Picasso empezó a trabajar en
una composición de gran formato que iba a cambiar el curso del arte del siglo
XX: Les demoiselles d'Avignon. En esta obra cumbre confluyeron numerosas
influencias, entre las que cabe citar como principales el arte africano e
ibérico y elementos tomados de El Greco y Cézanne. Bajo la constante influencia de este último, y en compañía de otro joven
pintor, Georges Braque, Pablo Picasso se adentró en una revisión de buena parte de la herencia plástica
vigente desde el Renacimiento, especialmente en el ámbito de la representación
pictórica del volumen. Las tramas geométricas eliminan la profundidad espacial
e introducen el tiempo como dimensión al simultanear diversos puntos de vista:
era el inicio del cubismo.
Les demoiselles d'Avignon (1907)
y detalle de Guernica (1937)
Picasso y Braque desarrollaron dicho estilo en una
primera fase denominada analítica (1909-1912). En 1912 introdujeron un elemento
de flexibilidad en forma de recortes de papel y otros materiales directamente
aplicados sobre el lienzo, técnica que denominaron collage.
La admisión en el exclusivo círculo del cubismo del pintor español Juan Gris desembocó
en la etapa sintética de dicho estilo, marcado por una gama cromática más rica
y la multiplicidad matérica y referencial
Salvador Dalí
(Figueres, Gerona, 1904 - 1989) Pintor
español. Si bien parte del inmenso prestigio y popularidad de que gozó ya en
vida se debió a sus estrafalarias e impostadas excentricidades, Salvador Dalí
acertó a insuflar nueva vida al surrealismo europeo hasta convertirse en su más
conocido representante; sus confusas ideas estéticas (el llamado método
paranoico-crítico) fueron mucho menos decisivas que sus impactantes
composiciones, a las que trasladó con magistral precisión técnica un
personalísimo universo onírico y simbólico, tan nítido y luminoso como
profundamente inquietante y perturbador.
Salvador Dalí
Salvador Dalí nació en una madrugada de la primavera
de 1904 en el seno de una familia burguesa, hijo de un notario bienpensante y
de una sensible dama aficionada a los pájaros. Muchos años más tarde escribiría
en su autobiografía La vida secreta de
Salvador Dalí (1942): "A los tres años
quería ser cocinero. A los cinco quería ser Napoleón. Mi ambición no ha hecho
más que crecer y ahora es la de llegar a ser Salvador Dalí y nada más. Por otra
parte, esto es muy difícil, ya que, a medida que me acerco a Salvador Dalí, él
se aleja de mí".
Puesto que la persecución sería incesante y el
objetivo no habría de alcanzarse nunca, y dado que en ningún recodo de su
biografía estaba previsto que hallara el equilibrio y la paz, Dalí decidió ser
excesivo en todo, interpretar numerosos personajes y sublimar su angustia en
una pluralidad de delirios humorísticos y sórdidos. Se definió a sí mismo como
"perverso polimorfo, rezagado y anarquizante", o "blando, débil
y repulsivo", aunque para conquistar esta laboriosa imagen publicitaria
antes hubo de salvar algunas pruebas iniciáticas, y si el juego favorito de su
primera infancia era vestir el traje de rey, ya a los diez años, cuando se
autorretrata como El niño enfermo, explora las ventajas de aparentar una constitución
frágil y nerviosa.
Su precocidad es sorprendente: a los doce años
descubre el estilo de los impresionistas franceses y se hace impresionista; a
los catorce ya ha trabado conocimiento con el arte de Picasso y se ha hecho
cubista, y a los quince se ha convertido en editor de la revista Studium, donde
dibuja brillantes pastiches para la sección titulada "Los grandes maestros
de la Pintura".
La Residencia de Estudiantes
En 1921 abandona su Cataluña natal y se traslada a
Madrid, donde ingresa en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Instalado
en la Residencia de Estudiantes, se hace amigo del gran poeta granadino Federico García Lorca y del futuro cineasta surrealista Luis Bañuel, de quien sin embargo se distanciará irreversiblemente en 1930. En la capital
adopta un extraordinario atuendo: lleva los cabellos largos, una corbata
desproporcionadamente grande y una capa que arrastra hasta los pies. A veces
luce una camisa azul cielo adornada con gemelos de zafiro, se sujeta el pelo
con una redecilla y lo lustra con barniz para óleo. Es difícil que su presencia
pase desapercibida.
En los revueltos y conflictivos meses de
1923 sufre un desafortunado contratiempo. En la Academia de Bellas Artes a la
que está adscrito se producen manifestaciones en contra de un profesor, y antes
de que dé comienzo el discurso oficial y se desate la violenta polémica, Salvador
abandona la sala. Las autoridades creen que este gesto suyo ha sido la señal de
ataque y rebelión y deciden expulsarlo durante un año. Después, de nuevo en
Figueres, los guardias vienen a detenerlo y pasa una temporada en la cárcel.
La persistencia de la memoria (1931)
A la salida de prisión recibirá dos alegrías. La
primera, una prensa para grabado que su padre le regala, y la segunda, la
visita de su excelente compañero de la Residencia de Estudiantes de Madrid,
Federico García Lorca, quien en las calurosas noches del verano de Cadaqués lee
a toda la familia Dalí sus versos y dramas recién compuestos. Es allí, junto al
Mediterráneo, donde García Lorca redacta la célebre "Oda a Salvador
Dalí", publicada unos años después, en 1929, en la Revista de Occidente.
Pronto será también Luis Buñuel quien llegue a Cadaqués para trabajar con su
amigo Salvador en un guión cinematográfico absolutamente atípico y del que
surgirá una película tan extraña como es Un
perro andaluz(1929).
Eduardo Rosales
(Madrid, 1836-id., 1873) Pintor español.
Las penurias económicas, la muerte prematura de sus padres y las primeras
crisis de la enfermedad que a la postre causaría su muerte hicieron muy difícil
su infancia y primera juventud. Pese a todo, se formó en la Academia de San
Fernando y viajó a Roma, donde inició su carrera pictórica. Después de unas
creaciones iniciales de corte convencional, en 1867 presentó en París El
testamento de Isabel la Católica, su obra más conocida y valorada, con la que
se consagró como un gran pintor. La novedosa concepción de la pintura histórica
que muestra Rosales en dicha obra y también en La muerte de Lucrecia, fueron
fruto de una búsqueda de la esencialidad del hecho histórico y sus
protagonistas que está muy lejos del pintoresquismo tan habitual en este género
pictórico por aquel entonces. Se le deben también paisajes y hermosos retratos
de sugerente colorido.
FRANCISCO DE GOYA
Nadie fue más sordo que Goya al siglo
XIX, pese a haber cumplido en él casi tres décadas y haber sobrevivido a sus
feroces guerras. Se quedó sordo de verdad cuando amanecía la centuria, pero no
ciego. Y a fuer de mirar a su aire se convirtió en un visionario. Ese hombre
cabal, lúcido y baturro gestó las pesadillas que creemos tan nuestras afincado
en un Versalles provinciano y en una Ilustración de pueblo. La dieciochesca y
acanallada España que le tocó vivir le valió para todo y para nada. Su tozudez
y brío fueron su patrimonio; con tales alforjas saltó desde su infancia hasta
la infancia de las vanguardias, que en el siglo XX lo reivindicaron como
maestro. Nadie se explica aún ese raro fenómeno: fue un pintor y un profeta
solitario venido desde antiguo hasta ahora mismo sin pasar por la historia.
Goya a los 80 años (retrato de Vicente López Portaña)
Francisco de Goya nació en el año 1746, en
Fuendetodos, localidad de la provincia española de Zaragoza, hijo de un dorador
de origen vasco, José, y de una labriega hidalga llamada Gracia Lucientes.
Avecinada la familia en la capital zaragozana, entró el joven Francisco a
aprender el oficio de pintor en el taller del rutinario Jóse Luzán,donde estuvo cuatro años copiando estampas hasta que se decidió a establecerse
por su cuenta y, según escribió más tarde él mismo, "pintar de mi
invención".
A medida que fueron transcurriendo los
años de su longeva vida, este "pintar de mi invención" se hizo más
verdadero y más acentuado, pues sin desatender los bien remunerados encargos
que le permitieron una existencia desahogada, Goya dibujó e hizo imprimir
series de imágenes insólitas y caprichosas, cuyo sentido último, a menudo
ambiguo, corresponde a una fantasía personalísima y a un compromiso ideológico,
afín a los principios de la Ilustración, que fueron motores de una incansable
sátira de las costumbres de su tiempo.
Pero antes de su viaje a Italia en 1771, el arte de
Goya es balbuciente y tan poco académico que no obtiene ningún respaldo ni
éxito alguno; incluso fracasó estrepitosamente en los dos concursos convocados
por la Academia de San Fernando en 1763 y 1769. Las composiciones de sus
pinturas se inspiraban, a través de los grabados que tenía a su alcance, en
viejos maestros como Simon Vouet, Carlo Maratta o Correggio,pero a su vuelta de Roma, escala obligada para el aprendizaje de todo artista,
sufrirá una interesantísima evolución ya presente en el fresco del Pilar de
Zaragoza titulado La gloria del nombre
de Dios.
Todavía en esta primera etapa, Goya se ocupa más de
las francachelas nocturnas en las tascas madrileñas y de las majas resabidas y
descaradas que de cuidar de su reputación profesional, y apenas pinta algunos
encargos que le vienen de sus amigos los Baveu. De los tres hermanos pintores (Ramón, Manuel y Francisco Bayeu), el último, que
era doce años mayor que él, fue su inseparable compañero y protector. También
hermana de éstos era Josefa, con la que contrajo matrimonio en Madrid en junio
de 1773, año decisivo en la vida del pintor porque en él se inaugura un nuevo
período de mayor solidez y originalidad.
Detalle de su primer Autorretrato (hacia 1773)
Por esas mismas fechas pinta el primer
autorretrato que le conocemos, y no faltan historiadores del arte que supongan
que lo realizó con ocasión de sus bodas. En él aparece como lo que siempre fue:
un hombre tozudo, desafiante y sensual. El cuidadoso peinado de las largas
guedejas negras indica coquetería; la frente despejada, su clara inteligencia;
sus ojos oscuros y profundos, una determinación y una valentía inauditas; los
labios gordezuelos, una afición sin hipocresía por los placeres voluptuosos; y
todo ello enmarcado en un rostro redondo, grande, de abultada nariz y visible
papada.
Cartonista de la Fábrica de Tapices
Poco tiempo después, algo más enseriado con su trabajo
y asiduo de la tertulia de los neoclásicos presidida por Leandro Fernández de Moratín, en la que concurrían los más grandes y afrancesados
ingenios de su generación, obtuvo el encargo de diseñar cartones para la Real
Fábrica de Tapices de Madrid, género donde pudo desenvolverse con relativa
libertad, hasta el punto de que las 63 composiciones de este tipo realizadas
entre 1775 y 1792 constituyen lo más sugestivo de su producción de aquellos
años. Tal vez el primero que llevó a cabo sea el conocido como Merienda a orillas del Manzanares, con un tema original y popular que anuncia una serie
de cuadros vivos, graciosos y realistas: La riña
en la Venta Nueva, El
columpio, El
quitasol y, sobre todo, allá por 1786 o
1787, El albañil herido.
Este último, de formato muy estrecho y
alto, condición impuesta por razones decorativas, representa a dos albañiles
que trasladan a un compañero lastimado, probablemente tras la caída de un
andamio. El asunto coincide con una reivindicación del trabajador manual, a la
sazón peor vistos casi que los mendigos por parte de los pensadores ilustrados.
Contra este prejuicio se había manifestado en 1774 el conde de Romanones,
afirmando que "es necesario borrar de los oficios todo deshonor, sólo la
holgazanería debe contraer vileza". Asimismo, un edicto de 1784 exige
daños y perjuicios al maestro de obras en caso de accidente, establece normas
para la prudente elevación de andamios, amenaza con cárcel y fuertes multas en
caso de negligencia de los responsables y señala ayudas económicas a los
damnificados y a sus familias. Goya coopera, pues, con su pintura, en esta
política de fomento y dignificación del trabajo, alineándose con el sentir más
progresista de su época.
El quitasol (1776-78, Museo del Prado)
Hacia 1776, Goya recibe un salario de 8.000 reales por
su trabajo para la Real Fábrica de Tapices. Reside en el número 12 de la
madrileña calle del Espejo y tiene dos hijos; el primero, Eusebio Ramón, nacido
el 15 de diciembre de 1775, y otro nacido recientemente, Vicente Anastasio. A
partir de esta fecha podemos seguir su biografía casi año por año. En abril de
1777 es víctima de una grave enfermedad que a punto está de acabar con su vida,
pero se recupera felizmente y pronto recibe encargos del propio príncipe, el
futuro Carlos IV. En 1778 se hacen públicos los aguafuertes realizados por el
artista copiando cuadros de Velázquez, pintor al que ha estudiado minuciosamente en la Colección Real y de quien
tomará algunos de sus asombrosos recursos y de sus memorables colores en obra
futuras.
Pintor de la corte
Al año siguiente solicita sin éxito el puesto de
primer pintor de cámara, cargo que finalmente es concedido a un artista diez
años mayor que él, Mariano Salvador. En 1780, cuando Josefa concibe un nuevo hijo de
Goya, Francisco de Paula Antonio Benito, ingresa en la Real Academia de Bellas
Artes de San Fernando con el cuadro Cristo
en la cruz, que en la actualidad guarda el Museo
del Prado de Madrid, y conoce al mayor valedor de la España ilustrada de
entonces, Gaspar Melchor de Jovellanos, con quien lo unirá una estrecha amistad hasta la
muerte de este último en 1811. El 2 de diciembre de 1784 nace el único de sus
hijos que sobrevivirá, Francisco Javier, y el 18 de marzo del año siguiente es
nombrado subdirector de pintura de la Academia de San Fernando. Por fin, el 25
de junio de 1786, Goya y Ramón Bayeu obtienen el título de pintores del rey con
un interesante sueldo de 15.000 reales al mes.
La familia de Carlos IV
A sus cuarenta años, el que ahora es conocido en todo
Madrid como Don Paco se ha convertido en un consumado retratista, y se han
abierto para él todas las puertas de los palacios y algunas, más secretas, de
las alcobas de sus ricas moradoras, como la duquesa de Alba, por la que
experimenta una fogosa devoción. Impenitente aficionado a los toros, se siente
halagado cuando los más descollantes matadores, Pedro Romero, Pepe-Hillo y
otros, le brindan sus faenas, y aún más feliz cuando el 25 de abril de 1789 se
ve favorecido con el nombramiento de pintor de cámara de los nuevos reyes Carlos IV y
doña María Luisa de Parma.
La enfermedad y el aislamiento
Pero poco tiempo después, en el invierno
de 1792, cayó gravemente enfermo en Sevilla. Durante aquel año sufrió lo
indecible; tras meses de postración, empezó a recuperarse, pero, como secuela
de la enfermedad, había perdido capacidad auditiva. Además, andaba con
dificultad y presentaba algunos problemas de equilibrio y de visión. Se
recuperaría en parte, pero la sordera sería ya irreversible de por vida.
La historia ha especulado en múltiples
ocasiones sobre cuál fue la enfermedad de Goya. Los médicos (fue atendido por
los mejores facultativos del momento) no coincidieron en cuanto al diagnóstico.
Algunos achacaron el mal a una enfermedad venérea, otros a una trombosis, otros
al síndrome de Menière, que está relacionado con problemas del equilibrio y del
oído. También, más recientemente, se ha creído que podía haberse intoxicado con
algunos de los componentes de las pinturas que usaba.
Comenzó, entonces, una nueva etapa
artística para Goya. Debido a la pérdida de audición y a las secuelas de la
grave enfermedad que había padecido, el maestro tuvo que adaptarse a un nuevo
tipo de vida. No menguó, pese a lo que se ha dicho en ocasiones, su capacidad
productiva ni su genio creativo. Siguió pintando y todavía realizaría grandes
obras maestras de la historia del arte. La pérdida de capacidad auditiva le
abriría, sin lugar a dudas, las puertas de un nuevo universo pictórico. Los
graves problemas de comunicación y relación que ocasionaba la sordera harían
también que Goya iniciase un proceso de introversión y aislamiento. El
pesimismo, la representación de una realidad deformada y el matiz grotesco de
algunas de sus posteriores pinturas son, en realidad, una manifestación de su
aislada y singular (aunque extremadamente lúcida) interpretación de la época
que le tocó vivir.
Por obvios problemas de salud, Goya tuvo
que dimitir como director de pintura de la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando, en 1797. Un año más tarde él mismo confesaba que no le era posible
ocuparse de los menesteres de su profesión en la Real Fábrica de Tapices por
hallarse tan sordo que tenía que comunicarse gesticulando.
Majas y Caprichos
Desde los años de infancia, en las
Escuelas Pías de Zaragoza, por donde Goya pasó sin pena ni gloria, unía al
pintor una entrañable amistad, que perviviría hasta la muerte, con Martín
Zapater, a quien a menudo escribía cartas donde dejaba constancia de pormenores
de su economía y de otras materias personales y privadas. Así, en epístola
fechada en Madrid el 2 de agosto de 1794, menciona, bien que pudorosamente, la
más juguetona y ardorosa de sus relaciones sentimentales: "Más te valía
venirme a ayudar a pintar a la de Alba, que ayer se me metió en el estudio a
que le pintara la cara, y se salió con ello; por cierto que me gusta más pintar
en lienzo, que también la he de retratar de cuerpo entero."
El 9 de junio de 1796 muere el duque de Alba, y en esa
misma primavera Goya se traslada a Sanlúcar de Barrameda con la duquesa de Alba,
con quien pasa el verano, y allí regresa de nuevo en febrero de 1797. Durante
este tiempo realiza el llamado Album A, con dibujos de la vida cotidiana, donde se
identifican a menudo retratos de la graciosa doña Cayetana. La magnánima
duquesa firma un testamento por el cual Javier, el hijo del artista, recibirá
de por vida un total de diez reales al día.
Detalle de La maja vestida
De estos hechos arranca la leyenda que quiere que las
famosísimas majas de Goya, La maja vestida y La maja desnuda, condenadas por la Inquisición como obscenas tras reclamar amenazadoramente la
comparecencia del pintor ante el Tribunal, fueran retratos de la descocada y
maliciosa doña Cayetana de Alba; en cualquier caso, es casi seguro que los
lienzos fueron pintados por aquellos años. También se ha supuesto, con grandes
probabilidades de que sea cierto, que ambos cuadros estuvieran dispuestos como
anverso y reverso del mismo bastidor, de modo que podía mostrarse, en
ocasiones, la pintura más decente, y en otras, como volviendo la página,
enseñar la desnudez deslumbrante de la misma modelo, picardía que por aquel
tiempo era muy común en los ambientes ilustrados y libertinos de Francia.
Sea como fuere, las obras se hallaron en 1808 en la
colección del favorito Godoy; eran conocidas por el nombre de "gitanas", pero el misterio de las
mismas no estriba sólo en la comprometedora posibilidad de que la duquesa se
prestase a aparecer ante el pintor enamorado con sus relucientes carnes sin
cubrir y la sonrisa picarona, sino en las sutiles coincidencias y divergencias
entre ambas. De hecho, la maja vestida da pábulo a una mayor morbosidad por
parte del espectador, tanto por la provocativa pose de la mujer como por los
ceñidos y leves ropajes que recortan su silueta sinuosa, explosiva en senos y
caderas y reticente en la cintura, mientras que, por el contrario, la piel
nacarada de la maja desnuda se revela fría, académica y sin esa chispa de
deliciosa vivacidad que la otra derrocha.
Un nuevo misterio entraña la inexplicable retirada de la venta, por el
propio Goya, de una serie maravillosa y originalísima de ochenta aguafuertes
titulada Los Caprichos, que
pudieron adquirirse durante unos pocos meses en la calle del Desengaño nº 1, en
una perfumería ubicada en la misma casa donde vivía el pintor. Su contenido
satírico, irreverente y audaz no debió de gustar en absoluto a los celosos
inquisidores, y probablemente Goya se adelantó a un proceso que hubiera traído
peores consecuencias después de que el hecho fuera denunciado al Santo
Tribunal. De este episodio sacó el aragonés una renovada antipatía hacia los
mantenedores de las viejas supersticiones y censuras y, naturalmente, una mayor
prudencia cara al futuro, entregándose desde entonces a estos libres e
inspirados ejercicios de dibujo según le venía en gana, pero reservándose la
mayoría de ellos para su coleto y para un grupo selecto de allegados
El sueño de la razón produce monstruos (Capricho nº 43)
Mientras, Goya va ganando tanto en
popularidad como en el favor de los monarcas, hasta el punto de que puede
escribir con sobrado orgullo a su infatigable corresponsal Zapater: "Los
reyes están locos por tu amigo". En 1799, su sueldo como primer pintor de
cámara asciende ya a 50.000 reales más cincuenta ducados para gastos de
mantenimiento. En 1805, después de haber sufrido dos duros golpes con los fallecimientos
de la joven duquesa de Alba y de su muy querido Zapater, se casa su hijo
Javier, y en la boda conoce Goya a la que será su amante de los últimos años:
Leocadia Zorrilla de Weiss.
El horror de la guerra
El 3 de mayo de 1808, al día siguiente de la
insurrección popular madrileña contra el invasor francés, el pintor se echa a
la calle, no para combatir con la espada o la bayoneta, pues tiene más de
sesenta años y en su derredor bullen las algarabías sin que él pueda oír nada,
sino para mirar insaciablemente lo que ocurre. Con lo visto pintará algunos de
los más patéticos cuadros de historia que se hayan realizado jamás: el Dos de mayo,
conocido también como La carga de los mamelucos en la Puerta del Sol de Madrid, y el lienzo titulado Los fusilamientos del 3 de mayo en la montaña del
Príncipe Pío de Madrid.
En Los fusilamientos del 3 de mayo, la solución plástica a esta escena es impresionante:
los soldados encargados de la ejecución aparecen como una máquina
despersonalizada, inexorable, de espaldas, sin rostros, en perfecta formación,
mientras que las víctimas constituyen un agitado y desgarrador grupo, con
rostros dislocados, con ojos de espanto o cuerpos yertos en retorcido escorzo
sobre la arena encharcada de sangre. Un enorme farol ilumina violentamente una
figura blanca y amarilla, arrodillada y con los brazos formando un amplio gesto
de desafiante resignación: es la figura de un hombre que está a punto de morir.
Los fusilamientos del 3 de mayo
Durante la llamada Guerra de la Independencia Española
(1808-1814), Goya irá reuniendo un conjunto inigualado de estampas que reflejan
en todo su absurdo horror la sañuda criminalidad de la contienda. Son los
llamados Desastres de la guerra, cuyo valor no radica exclusivamente en ser reflejo
de unos acontecimientos atroces, sino que alcanza un grado de universalidad
asombroso y trasciende lo anecdótico de una época para convertirse en ejemplo y
símbolo, en auténtico revulsivo, de la más cruel de las prácticas humanas.
El pesimismo goyesco irá acrecentándose a partir de
entonces. En 1812 muere su esposa, Josefa Bayeu; entre 1816 y 1818 publica sus
famosas series de grabados, la Tauromaquia y los Disparates; en 1819 decora con profusión de monstruos y sórdidas
tintas una villa que ha adquirido por 60.000 reales a orillas del Manzanares,
conocida después como la Quinta del Sordo: son las llamadas "pinturas
negras", plasmación de un infierno aterrante, visión de un mundo odioso y
enloquecido. En el invierno de 1819 cae gravemente enfermo pero es
salvado in extremis por su amigo el doctor Arrieta, a quien, en
agradecimiento, regaló el cuadro titulado Goya y su médico Arrieta (1820, Institute of Art, Minneápolis). En 1823,
tras la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis, contingente del ejército
francés venido para derrocar el gobierno liberal, se ve obligado a esconderse y
al año siguiente escapa a Burdeos, refugiándose en casa de su amigo Moratín.
En 1826, Goya regresó a Madrid, donde permaneció dos
meses, para marchar de nuevo a Francia. Durante esta breve estancia el
pintor Vicente López Portaña (que se encontraba en su mejor momento de
prestigio y técnica) realizó un retrato de Goya, cuando éste contaba ya con
ochenta años. Enfrentado al viejo maestro, de rostro aún tenso y enérgico,
López Portaña llevó a cabo la obra más recia y valiosa de su extensísima
actividad de retratista, tantas veces derrochada en la minucia cansada de
traducir encajes, rasos o terciopelos con aburrida perfección. Este lienzo, hoy
en el Museo del Prado, es el retrato más conocido de Goya, mucho más, incluso,
que los también famosos autorretratos del pintor.
Saturno devorando a un hijo (detalle)
El maestro murió en Burdeos, hacia las
dos de la madrugada del 16 de abril de 1828, tras haber cumplido ochenta y dos
años, siendo enterrado en Francia. En 1899 sus restos mortales fueron
sepultados definitivamente en la ermita de San Antonio de la Florida, en
Madrid, cien años después de que Goya pintara los frescos de dicha iglesia
(1798).
En el Museo del Prado se conserva La joven de Burdeos o La lechera de Burdeos(1825-1827), una de sus últimas obras. Pero acaso su
auténtico testamento había sido fijado ya sobre el yeso en su quinta de Madrid
algunos años antes: Saturno devorado a un hijo, es sin duda, una de las pinturas más inquietantes de
todos los tiempos, síntesis inimitable de un estilo que reúne extrañamente lo
trágico y lo grotesco, y espejo de un Goya visionario, sutil, penetrante,
lúcido y descarnado.
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